Hilos en el desierto: las tejedoras wayuus en La Guajira
EXPOSICIÓN TEMPORAL RESERVA VISIBLE DE ETNOGRAFÍA
MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA
Junio, julio y agosto de 2017
Walé’kerü fue la araña que tejía las fajas y chinchorros,
le enseñó primero a una mujer cómo tejer y luego hizo caminitos para que aprendiera los diseños;
durante el encierro las mujeres aprendían con ella todas las técnicas y la diversidad de sus tejidos.
En la cultura indígena wayuu, cuando las niñas cumplen 10 o 12 años su mamá y las mujeres de la familia materna las inician en las labores del tejido y las instruyen en el manejo del telar y el huso; cuando llegan a la edad del encierro, se concentran en aprender todas las actividades relacionadas con el “ser mujer”, las cuales incluyen el perfeccionamiento de las distintas técnicas del tejido y el estudio de la simbología que aparece en objetos de uso cotidiano como mochilas, hamacas, fajas e indumentaria.
A lo largo de su historia, los territorios de la comunidad wayuu se han visto afectados por el impacto de compañías extractivas, colonos y misioneros. Estos últimos, en sus internados, introdujeron a inicios del siglo XX técnicas y modelos de crochet en la elaboración de las susu (mochilas). Con el pasar de los años, los wayuus se apropiaron de este método usando diseños propios como jime’uya (ojo de pez), iwouya (estrellas que advierten la llegada de las lluvias), püliikeerüyaa (vulva de la burra) y wikiiya (cabeza de una culebra), entre otros.
Hoy en día las mujeres jóvenes salen de las rancherías hacia las ciudades en busca de oportunidades profesionales y laborales, lo cual ha llevado a que la “práctica de encierro” dure solo algunas semanas, por lo que muchas niñas wayuu no aprendan las diversas técnicas tradicionales. Por otra parte, la mercantilización de los tejidos ha ocasionado que las mujeres sean muy cautelosas con la divulgación de su conocimiento, debido a la gran competencia que se ha generado en la venta de mochilas y hamacas. Estas piezas han sido plagiadas por diseñadores colombianos y extranjeros, quienes se han beneficiado de su comercialización sin reconocer que son elementos propios de la comunidad, acción que va en detrimento de la protección de una tradición ligada a los clanes familiares y a la transmisión de conocimiento de las mujeres adultas a niñas y jóvenes.
Agradecemos a Yaneth Yamina Sierra Jusayu, mujer de la Alta Guajira, quien enriqueció con su conocimiento esta exposición.
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